martes, 12 de abril de 2011

Miedo


Pongo a su consideración el siguiente cuento de una serie que estoy haciendo y que próximamente voy a publicar en un tomo especial
Miedo
En mi inocencia de niño lo vi tan grande, que solamente atiné a decir que medía como dos metros de largo, ahí estaba cubierto por una sábana, era el cuerpo inerte de un vecino al que le apodaban “El micho” en alusión a los gatos, en la noche anterior lo habían asesinado con arma blanca, cayendo el cuerpo en un pequeño patio de la vecindad de al lado.
Sí, yo le conocía, tenía fama de alcohólico empedernido, aunque en realidad no se sabía que le hiciera daño a nadie por lo que su repentina muerte cayó de sorpresa. No tardé ni dos minutos en ver la escena, vi solamente la silueta escondida bajo la sábana, no le vi la cara, ni la sangre que escapó por la herida que le quitó la vida.
A partir de entonces, esos dos minutos se convirtieron en una eternidad, las veinticuatro horas del día fui perseguido por él, a todas horas y en todos lados estaba esa silueta inerte cubierta con la sábana. Mi inocencia de niño se convirtió en angustia, no volví a caminar sólo por el lugar, a pesar de que era paso obligado para llegar a casa, si quería cortar camino tenía que ir acompañado con alguien, apresurar el paso y cerrar los ojos. Ni siquiera en las posadas que se hacían en ese lugar me dejaba en paz, entre la alegría de los cánticos navideños, las piñatas, los ponches y aguinaldos, para cualquier lado que volteara lo veía.
Días previos al 6 de enero, bajé con mi primo al mercado en donde los juguetes nos hacían señas para que se los pidiéramos a los reyes magos, me perdí entre la magia de los cochecitos de pilas que entonces eran una novedad aunque yo sabía que me traerían un balón de baloncesto, así era todos los años.
Pasaron horas y horas, recorrimos todos los puestos hasta que se hizo de noche, fue la primera vez desde aquellos dos minutos en que él no me molestó, como que adivinó que ese día quería disfrutar viendo los juguetes que por sí mismos nunca tendría en casa porque eran inalcanzables a nuestra economía y a nuestra costumbres.
Caminaba ilusionado pensando en esos juguetes, cuando la fantasía terminó y la realidad del miedo se volvía a imponer, ya íbamos llegando al callejón, nuevamente el miedo me invadió, le dije a mi primo cualquier pretexto para que nos fuéramos por la vuelta y no pasar por el lugar.
Así transcurrieron meses y años, nunca pasaba sólo por el lugar, hasta que un día avisaron que Honorio un joven que andaba de indocumentado en el otro lado se había ahogado, los familiares vecinos de la aquella calle por donde me daba la vuelta para llegar a casa esperaban la llegada de su cuerpo.
Pasaron ocho días de trámites migratorios para que llegara en un ataúd color plomo, no quise verlo de cerca. Pensé, si con uno en el pensamiento es un infierno con dos me volveré loco y lo peor ya no tendría una ruta para llegar sólo a casa.
Polilla… Que ya están los preparativos de semana santa… Que Dura estuvo la balacera elpasado fin de semana el saldo fue de seis muertos… Hasta mañana.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario