lunes, 7 de octubre de 2013

Súper clásico

Todo un reto ir a la casa del equipo enemigo que encabeza la tabla de posiciones, gana casi por decreto los partidos y tiene un enorme número de seguidores, mientras el equipo al que le va uno ocupa los últimos lugares y no gana ni por casualidad.
Así sucedió este sábado, un grupo de 15 taxqueños nos fuimos al estadio azteca para estar presentes en el lugar de los hechos, en donde se escribe la historia de un deporte que desde mi punto de vista no tiene nada de espectacular, correr tras un balón y meterlo en una portería de grandes dimensiones no me parece algo extraordinario, pero así es el futbol.
No requiere de grandes estrategias, como sucede con el beisbol, o de mucha fuerza y precisión como el futbol americano, meter una pelota en un espacio me parece más interesante en el basquetbol por su fuerza y velocidad si es de conjunto y el golf a manera individual.
Pero el futbol es el más popular, quizás por la manipulación mediática que se ha realizado por la FIFA a nivel internacional y por los dueños de los clubes a nivel nacional, quienes en su negocio no les importa hacer día del club (doblar el precio de las entradas) cuando América o Guadalajara van a sus estadios, en perjuicio del aficionado.
En esta ocasión América es el campeón del torneo anterior, es el súper líder del actual torneo, tiene además a su favor toda la manipulación mediática de televisa empresa sueña del equipo, mientras al que yo le voy: Chivas de Guadalajara es ocupante en los últimos lugares, juega bien, pero falla, pierde una y otra vez y va de tumbo en tumbo.
A lo anterior le sumamos que el organizador del viaje Toño Lagunas es aficionado a más no poder de América y de los quince que vamos once son “águilas” y solamente cuatro “chivas”, hasta en eso la superioridad es manifiesta.
Pero eso no importa, la esperanza de un buen resultado termina con el silbatazo final, a pesar de que cuando mejor jugaba Guadalajara cayeron los dos goles de América,  que encendieron las pasiones de los aficionados que dan gracias al cielo porque la buena racha de su equipo, mientras los atrevidos que estamos en territorio enemigo aguantamos todo tipo de burlas y señalamientos.
 Más allá del resultado, estar en el lugar y ser partícipe de ese derroche de energía de unos y otros marca la diferencia, además que hay muchas otros temas que se pueden observar.
Desde el aficionado a ultranza que goza o sufre la victoria o derrota del equipo, o la pareja que porta cada uno la playera diferente y al terminar el juego termina la rivalidad.
Me gustó, por el lugar en que me encontraba ver de frente junto a la pantalla gigante la enorme porra de chivas, cuyas banderas no pararon de agitar durante todo el partido, fue espectacular ver ese apoyo al equipo a pesar del resultado y de la posición en que se encuentra el equipo.
A manera de comparación aunque la pasión se desborda, los seguidores de uno y otro equipo no pasan de su deseo de triunfo, sin agredir a los adversarios, no hay pues un riesgo al portar la camiseta del visitante como llega a suceder en otras partes del mundo.
En el palco de al lado una familia rojiblanca observa el juego, entre los aficionados hay cuatro pequeños, de tez blanca y cabello rubio, todos portan las playeras, llevan una bandera que en un descuido se les cae a la parte de abajo, obviamente se pierde entre la multitud amarilla de esa porra.
A los chivitas les traen esas manos de poliuretano (esponja), unos gorros y otra bandera al medio tiempo, observan atentos el juego y sufren la derrota; al salir en el pasillo me comenta uno de los pequeños, con aire de impotencia, ¡Estas chivas no ganan!.
—Es un partido más, no pasa nada, le respondo tratando de darle ánimos, mientras mi argumento no le convence y en su mirada se observa la frustración.
— Un simple juego de liga, en el próximo clásico le vamos a ganar al América. Apunta otro de los pequeños con aire de más resignación, mientras el estadio se vacía.
Pasan los minutos y la gente hace un río humano, que se desplaza por las escalinatas, unos hacia los estacionamientos y otros al transporte público, mientras los tambores de la porra  “La monumental” y  la barra “El ritual del Caos” no dejan de sonar, su equipo ganó y hay que seguir festejando.
En el estadio no dejan pasar ningún tipo de bebida, ¡NI agua!, es parte del negocio, un vaso de cerveza doble cuesta 70 pesos, un hotdog gigante 55 pesos y un agua mineral de bote 25 pesos, pero en estos casos la crisis económica no importa… estar en el lugar lo vale.
El operativo policiaco es impresionante, los efectivos con sus escudos y toletes protegen la zona de estacionamiento, algunos de los aficionados guardan la esperanza de ver a los jugadores en esa zona.
Ha pasado casi una hora desde que terminó el partido, cuando similar a las procesiones de Semana Santa, sale la “monumental” tocando sus tambores, ondeando sus banderas y gozando del pesado 2-0, mientras los atrevidos seguimos con la playera rojiblanca enfundados observando el paso de los que gozan de la victoria…
No pasa nada, es un juego más… aunque en un juego más siempre es mejor ganar… Esta vez la victoria fue para el adversario… Quizás la próxima vez que vaya al clásico lo haré en la casa del equipo.
Polilla…  Que ya hay paso de Acapulco a la Costa Grande… Que asistí al 4º congreso Iberoameri-cano de Derecho electoral en Toluca… Que estoy a la espera de un documento para realizar algu-nas actividades… hasta mañana.

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